01 Nov 2008 Después de todo. GRACIAS DESDE UNAV
Eran casi la 11:00. Estábamos haciendo el descanso de media mañana en el edificio de Bibliotecas, tranquilamente, fumando un cigarrillo (nos saltamos la legalidad, sí, estábamos fumando dentro de la sala, sí, pero eso evitó que nos alcanzase la onda). Casualidades de la vida nuestro equipo estábamos lejos unos de otros, casi todos en el campus, pero no juntos.
De pronto, un horrible estruendo nos hizo agacharnos (creo, fue muy rápido) y mi compañera y yo nos dimos la mano y nos miramos asustadas. Salimos corriendo, y nos íbamos encontrando con compañeros por los pasillos… se veía algo de humo, polvo y no sé qué más y nos imaginamos lo peor sin todavía salir al párking y ver lo sucedido. Alumnos, profesores, empleados salían de los edificios, increíblemente sin atropellos. No sabíamos hasta donde alcanzaban las consecuencias, pero nos buscábamos con la mirada para saber si todos estábamos y sobre todo si estábamos bien. Se escuchaban pequeñas explosiones a cada segundo ya que el párking estaba lleno de coches. Rápidamente se empezaron a oir las sirenas y los teléfonos móviles no dejaban de sonar. Decidimos entrar de nuevo al edificio, pero en seguida nos desalojaron por si existía la posibilidad de otra explosión.
Mi hermano que trabaja en la calle Iturrama, al lado de la Universidad, pudo localizarme porque él mismo vió el humo y sintió el ruido. Poco después era imposible llamar a nadie ni que nos llamaran. Mi compañera y yo cogimos del despacho lo primero que se nos vino a la cabeza… y salimos en busca del resto del equipo hacia la explanada de Comunicación. Por el camino dimos con mucha gente conocida (uff, menos mal) y con nuestra amiga entre el susto y los lloros… por fin, fuera del edificio pudimos encontrarnos todos y cada una comenzó a llamar al resto de personas conocidas para localizarnos y conocer su estado. Gracias a un contacto con la hermana de nuestra compañera en el 112 supimos que no había fallecidos ni heridos graves. A pesar del susto, descansamos. Mi teléfono no sonaba, sólo recibía sms de llamadas perdidas y yo no podía llamar. Finalmente comencé a recibir mensajes de números desconocidos preguntando si todos estábamos bien. Contesté a todo lo que pude pensando que aunque yo no tenía el número registrado, era alguien que nos conocía y que estaría preocupado (durante el día después empecé a descifrar los mensajes y puse cara y voz a esos números).
Increíblemente todos, y digo todos, comenzamos a andar hacia el exterior del campus sin pasar por el resto de aparcamientos como nos indicaba la policía, pero no hubo carreras, ni caídas, lo que me pareció increíble pensando en que había más de 1000 estudiantes en esos momentos. Los móviles seguían sin funcionar, y me acordaba de todas esas familias intentando localizar a sus hijos, hermanos… El día era lluvioso y se veía a gente que no había podido ni coger el abrigo… pero unos a otros se tapaban con los pocos paraguas que había y se prestaban la ropa. Se escuchaban palabras de ayuda «¿te llevo el bolso?» «agárrate y te ayudo» «inténtalo desde mi teléfono» «ven por aquí conmigo» «tranquilos, todos estamos bien, no hay heridos graves»…
Mientras caminábamos preguntábamos quien había podido hablar con quien y por suerte, entre todos pudimos hablar con todos. Una vez fuera del campus, entre la calle Esquiroz e Iturrama cada persona hizo lo que mejor supo… ir a su casa a buscar a sus compañeros de piso, intentar llamar de un teléfono fijo a su familia… yo me dirigí al trabajo de mi hermano. Poco a poco los teléfonos recuperaron la normalidad y no paraba de recibir llamadas. Mientras miraba las noticias respondía a quiénes se preocupaban por nosotros… pero no conseguía dar con mi jefe. Estaba con su mujer dando a luz a Pablito (toda una alegría después de los sucedido!) y sólo podía recibir sus llamadas perdidas y él las mías. Entre tanto conseguí hablar con la directora del dpto. que estaba en Madrid (vi a su marido y me pregunté si había podido hablar con él). Por suerte, me informó de que había hablado con más gente y todos estaban bien.
De pronto, aviso de bomba en Ciencias… de nuevo miedo en el cuerpo y desalojo de los edificios. Me imaginé que podía pasar allí… si explotaba algo… es la zona hospitalaria de Pamplona! Fue falso, pero más vale prevenir.
Salí a fumar un cigarro y veía la calle llena de alumnos de los colegios mayores que no podían volver a su casa… la zona estaba acordonada. Al fondo, otra compañera del equipo… sin abrigo, mojada y hablando por el teléfono. Nos tranquilizamos al vernos.
Decidí ir a ver a otra compañera que vive ahí cerquita. Estaba en una cafetería… y al entrar me encontré con más personas de colegios mayores, profesores… algunos que no tenían donde ir porque en la zona no se podía pasar… otros sin llaves de casa… habían salido con lo puesto! De nuevo palabras de apoyo «venid a mi casa y comemos juntos».
Con la certeza de que todos estábamos bien recogí a mi hermano y a su novia (o más bien, me recogieron a mi…) y fuímos a comer con mis padres. También, casualidades, mi padre se acababa de caer y estaba en casa con la pierna rota… No pudimos ir en coche… lo había aparcado cerquita del aparcamiento del suceso. Otra casualidad, siempre dejo el coche al lado de donde se produjo la explosión, pero como ese día llegué tarde, lo dejé, mal aparcado, un poco más alejado.
Por la tarde, quizá debía haberme acercado a la Universidad para ayudar en lo posible… pero me quedé paralizada y ni me acerqué a recoger el coche. Llamé a recepción y me dijeron que si podía, que no me acercase por el lugar del aparcamiento… lo que todavía me dió más miedo. Estaban registrando todos los coches, y los siniestrados los sacaron en grua y un equipo de personas recibía a los afectados para peritar los daños.
Ya pasada la media tarde me conecté a Internet y contesté a todos los mensajes de apoyo, preocupación y cariño que nos llegaban… medio mundo estaba con nosotros!!!! Facebook estaba con la Unav contra ETA, Tuenti creaba un grupo de alumnos para encontrarse unos a otros, Twitter había estado echando humo todo el día… y los blogs y redes sociales varias recogían las noticias de lo sucedido antes que cualquier medio de comunicación convencional e incluso que los periódicos digitales.
Todos nos preguntábamos por qué. Aquí las declaraciones del rector, de la delegada de alumnos, y de todos los que se acordaron y acuerdan de la Universidad son todo un ejemplo.
Todos seguíamos conectados en Internet, en el móvil y en el teléfono fijo. Pude ver como personas que hacía tiempo que no sabía nada de ellas se acordaron de nosotros (aunque también, comprobé como personas muy cercanas no lo hicieron, lo que casi me dolió más que todo el susto del día). Skype también me ayudó a hablar con quienes estaban lejos… gracias a la tecnología en poco tiempo nos unimos.
Mientras, en la secretaría de la Facultad de Comunicación empleados y profesores ayudaban a responder las llamadas de medios de comunicación, antiguos alumnos y familiares preocupados. GRACIAS también a todos los que no perdieron los nervios y ayudaron a tranquilizar y a dar respuestas.
Viernes, 7:00. Amanecí con la imagen en mi retina. A las 8:00 Intenté pedir un taxi para ir a trabajar… imposible, fui en villavesa (autobús urbano). No paraba de imaginarme como estaría la Universidad… y conforme nos acercábamos veía policía y parte de los daños. Un agente nos tuvo que acompañar para poder entrar en el edificio… lo que me puso la piel de gallina. Ver como estaban algunos despachos todavía era peor que lo que vivimos el día anterior ya que pensabas en lo que podía haber pasado… definitivamente algo milagroso viendo como los cristales rodeaban las mesas de trabajo.
Poco a poco la gente fue llegando y nos contábamos un cúmulo de casualidades que permitió que no pasara nada… hay quien decidió ir a tomar un café, cosa que no solía hacer, y su despacho ardió; quien se confundió de hora de una reunión y pasó por el lugar de lo ocurrido una hora antes; quien se sentó en otra silla de su despacho y evitó que le cayesen los cristales de la ventana; otros que tenían dos despachos y en ese momento estaban en el más alejado de lo ocurrido; algunos que como llovía decidieron esperar en el porche del edificio a que amainara; algunos alumnos que ese día a esa hora tenían que pasar por ahí, pero que se quedaron dormidos, fueron antes para no correr bajo la lluvia, o simplemente tenían dentista…
A las 12:00 nos volvimos a unir. Y aquí, las imágenes valen más que todo lo que pueda decir:
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Sólo puedo decir GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.
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